“La economía circular tiene que ser negocio o no será”. La frase es de Maite Ardevol, líder del equipo de Economía Circular y Sustentabilidad de ACCIÓ, la Agencia para la Competitividad de la Empresa del gobierno de Cataluña, España (1). No podría estar más de acuerdo con esa idea.
Siempre he creído que el camino más corto para desbloquear los beneficios de la economía circular es alcanzando la rentabilidad y escalabilidad de los proyectos. Cuesta, sí, pero es una realidad que sí es negocio, sin duda, es bueno para todos porque trae consigo mejoras ambientales, económicas y sociales.
Detallo: con proyectos de reducción de residuos, por ejemplo, se minimiza la cantidad de materiales que van a rellenos sanitarios; también, al reducir la extracción de materias primas vírgenes, baja la volatilidad de los precios de los materiales y así las empresas se protegen mejor contra riesgos de mercado.
Además, la economía circular fomenta la innovación de productos y procesos, facilita el cumplimiento regulatorio y crea nuevas economías de escala favoreciendo el desarrollo de otros sectores como el reciclaje o la gestión de residuos; también, impulsa cambios culturales sobre la sensibilidad e importancia de estos temas y atrae a socios estratégicos que valoran la sostenibilidad.
No obstante, la economía circular va más allá de mencionar el concepto en los informes corporativos. Las organizaciones deben poner el dinero donde ponen el discurso. Esto implica cambios estructurales y transformacionales en el modelo de producción, desde la extracción de los materiales y el diseño de los productos, hasta la manufactura y disposición final.
Un dato del informe Perspectivas de los Recursos Globales (2), de la ONU, publicado en marzo pasado, dibuja una previsión de lo que nos esperaría en caso de seguir con un modelo de economía lineal: “sin una acción urgente y concertada, para 2060 la extracción de recursos podría aumentar un 60% con respecto a los niveles de 2020, lo que generaría daños y riesgos cada vez mayores”.
Sin embargo, este destino no está sellado, dice la propia ONU. Iniciativas como la economía circular pueden encauzarnos hacia una mayor eficiencia de recursos mediante estrategias como el ecodiseño, la reparación, la reutilización, la remanufactura, rehabilitación o el reciclaje. El objetivo es mantener los materiales la mayor cantidad de tiempo posible dentro de la cadena de valor.
La economía circular proporciona ventajas competitivas a las compañías que la adoptan de forma correcta. Pongo un ejemplo sencillo: un proveedor de lámparas, en lugar de sólo vender los equipos, puede proporcionar un servicio completo de iluminación que también incluya la reutilización de las piezas.
Esto le permitirá tener una estrategia de negocio mucho más sólida y sostenible en el tiempo, reducirá el número de residuos que van a disposición final, generará beneficios económicos en proveedores que reciclan piezas, promoverá la innovación tecnológica para tener equipos más eficientes y creará más fuentes de empleo.
En OXXO hemos tomado en serio la economía circular. Por ejemplo, los uniformes de nuestros más de 120,000 colaboradores están hechos con 50% poliéster proveniente de PET reciclado, y cuando son sustituidos ya no se destruyen para su disposición final, sino que, mediante un proceso de logística inversa, se devuelven al proveedor para su reutilización como jergas o rellenos de colchón.
Otro botón de muestra es el reciclaje que los proveedores hacen de las piezas de los más de 30,000 equipos eléctricos y electrónicos que son sustituidos cada año, o la reducción del tamaño de los empaques y la incorporación de materiales reciclados en los productos de marca propia, que además nos permiten ser más eficientes en los costos.
Detrás de los proyectos de economía circular también hay un enorme proceso de sensibilización, desde los proveedores que aceptan nuestros retos de innovar para tener productos más sustentables por el mayor tiempo posible en la cadena de valor, hasta las universidades con las que trabajamos en proyectos de innovación, investigación y nuevos mecanismos de reciclaje.
Si bien el término de economía circular fue mencionado por primera vez en el libro Economía de los Recursos Naturales y el Medio Ambiente (1990), escrito por David W. Pearce y R. Kerry Turner (3), no fue sino hasta mediados de la década pasada que empezó a tomar fuerza a nivel global.
Desde entonces, este concepto ha ganado terreno en el ámbito público y privado. México tiene una ley general en la materia desde noviembre de 2021, y en marzo de 2023 la Ciudad de México adoptó una legislación local. Sin embargo, la economía circular en el país todavía está en estado madurez y enfrenta ciertos retos, uno de ellos es el de aplicar incentivos fiscales para amplificar el impacto positivo.
El marco regulatorio va a seguir evolucionando, todavía hay varias leyes cocinándose, pero sería necesario que se analice la inclusión de incentivos fiscales, seguir desarrollando la infraestructura de acopio y reciclaje de materiales, así como la cultura de cada uno de los consumidores para tener una gestión integral de todos los productos y servicios que adquirimos. Mientras tanto, a las grandes empresas nos queda la tarea de seguir detonando y replicando proyectos exitosos que generen una onda expansiva en el resto de la cadena de valor.
*Abraham Garza es Gerente de Sostenibilidad y Responsabilidad Social en FEMSA Proximidad y Salud.
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(2) - https://www.unep.org/resources/Global-Resource-Outlook-2024
(3) - https://revistas.uexternado.edu.co/index.php/ecoins/article/view/8848/14765
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