En el periodo previo a 2008, la movilidad regional migratoria (básicamente para mercado laboral) era esencialmente mexicana, pero declinó a partir de ese año.
La tendencia de la migración en 2025 es hacia el estancamiento, señaló Tonatiuh Guillén López, investigador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED) de la UNAM, al dictar la conferencia Coyuntura antiinmigrante y la relación México-Estados Unidos.
“Con el gobierno de Donald Trump, Estados Unidos ha pasado, como nunca en el último siglo, de la ideología antiinmigrante extrema a la política radical de exclusiones, mientras México es una parte extensa y decisiva de la contención de la movilidad migrante y de refugio hacia Estados Unidos.
“Entre 2010 y 2019 la movilidad predominante provino del norte de Centroamérica; y de 2020 a 2024 hubo una intensa expansión de movilidades y diversidad de orígenes. Posteriormente, la crisis pospandemia debido al COVID-19 ha marcado una contención extrema y una contracción de las movilidades migratoria y de refugio”, informó.
El especialista destacó que “lo normal es no migrar”, pues hay una tendencia estructural de las sociedades hacia la estabilidad. “Por eso el parámetro de migración es de solo 3.5 por ciento a nivel mundial, pero esa cifra aumenta drásticamente cuando hay algún problema nacional que empuja a las personas a salir de sus sitios de origen, como sucede ahora con Venezuela, cuyas cifras de migración superan el 20 por ciento”.
A decir de Guillén Guerrero, la actual coyuntura es la más excluyente de todos los tiempos, y para varios países y regiones es la situación social más cruda de la historia reciente.
Comparó al gobierno de Donald Trump con “una hidra antiinmigrante de mil cabezas”, y recordó que el mandatario estadounidense busca anular la nacionalidad por nacimiento en territorio de Estados Unidos a los hijos de la comunidad latina, una medida claramente pensada contra los “extranjeros” irregulares y su descendencia.
Al comentar la conferencia, Mario Luis Fuentes subrayó que en México, prosiguió, desconocemos la heterogeneidad de los deportados, quienes viven con gran incertidumbre, vulnerabilidad, incluso problemas de salud. “No contamos con aparato estatal que los respalde y que sea potente para negociar, por lo que permanecemos vulnerables como país”.
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