¿De verdad es tan importante ser feliz en la empresa? Muchos de nosotros hemos aprendido a trabajar con las ideas tayloristas de la eficacia y productividad, basadas en la especialización, la producción masiva y el control y la disciplina para hacer más con menos obreros. ¡Qué quieren!, eso se introdujo solo hace 110 años, que no es nada.
En mi primer trabajo hace ahora 34 años me lo dejaron claro: “Aquí no se viene a hacer amigos, se viene a trabajar”; o la demoledora “no te pagamos por pensar, te pagamos por hacer”, cuando intentaba ahorrar unos miles de dólares a la empresa, adelantando una tarea sobre otra.
Afortunadamente me cambié de empresa a otra que premiaba justo lo contrario: ¿Tienes una buena idea?, dinos y lo ponemos en marcha; ¿no la tienes?, búscala; genera buen ambiente de trabajo, exige y exígete, busca las maneras de hacerlo, encuentra cómo hacerlo mejor, lo que te voy a medir es el resultado, cómo lo hagas (dentro de las normas), es cosa tuya.
Por supuesto que vi la luz. Y la empresa vio mi potencial, y lo explotó. Vaya que si lo explotó. Pero fue un maravilloso camino conjunto que duró 20 años. Y aprendí algo que llevo marcado a fuego, y es que ser feliz en una empresa y generar buenos resultados, no sólo es que no estén reñidos, sino que están estrechamente correlacionados.
Y ya no he parado desde entonces de buscar y encontrar maneras de hacer felices a las personas en las empresas, para que los resultados lleguen antes.
Jim Collins dejó en su libro “Good to Great” una sencilla receta para encontrar la felicidad en lo que uno hace, que para mí no ha perdido vigencia. Collins dice que para lograrlo se tienen que dar tres circunstancias al tiempo: Que estés preparado para lo que haces, que ganes dinero con ello, y que verdaderamente te guste lo que haces, que te brillen los ojos.
Si te gusta lo que haces y estás preparado, pero no ganas dinero, se llama hobby, y está bien, pero no dura mucho. Tampoco dura mucho si ganas dinero y te brillan los ojos, pero no estás preparado.
Un golpe de suerte lo tiene cualquiera, pero cuando te pillan, se te desmonta el invento. Y por último, si estás preparado y ganas dinero, pero no te brillan los ojos, se llama trabajo alimenticio, y no se disfruta, se padece.
Según una encuesta de Gallup a nivel mundial en 2018, el 85% de los trabajadores admite, cuando han sido preguntados anónimamente, que su trabajo no les satisface y no se sienten comprometidos ni identificados con el mismo: El trabajo alimenticio.
Vamos, que no les brillan los ojos. Lo peor es que para conseguir el engagement, la retención o la motivación, se siguen poniendo ingentes cantidades de dinero en forma de beneficios o incentivos, sin reparar en que los trabajadores no necesitan eso. La zanahoria ya no sirve, pero el palo menos…
¿Cómo motivar entonces?
Bob Nelson publicó en 2007 un libro que tituló 1001 formas de motivar, que no les oculto que por años me fue muy útil. Sin embargo, lo que he encontrado en mi trabajo con directivos y mandos medios en las empresas, acerca de lo que más motiva en las empresas, se parece más a lo que publicó Daniel Pink en 2011 en su libro Drive. Pink habla de tres elementos que las personas necesitan sentir como propios para estar motivados: Autonomía, Propósito y Maestría.
Maestría: Las personas quieren hacer las cosas bien. A nadie le motiva dejar las cosas a medias, salvo que no sientan que el resultado no hace sentido a nadie, que también pasa. Una fuente de motivación extraordinaria es retar a las personas a hacerlo mejor, a encontrar un mejor final para su “entregable” y valorar el esfuerzo extraordinariamente. Para eso, los directivos han de entrenar su capacidad de “escuchar” lo que no se oye, atender a las emociones, organizarse mejor, etc.
Propósito: Que la gente sepa el “para qué”, y puedan poner su “qué” y su “cómo”, es de los elementos más motivadores que nunca he experimentado. Si quieres que alguien te ayude a hacer un barco, sólo has de llevarlo a alta mar. Y cuando entienden el sentido, se aseguran de apretar bien las maderas y los tornillos. Y lo mejor, es que no hay que andar tras ellos para que lo hagan. Lo hacen encantados.
Autonomía: Tan demandada por tanta gente tantos años, ha tenido que venir una pandemia para demostrarnos que las personas trabajamos mucho mejor cuando podemos organizar nuestros tiempos, los espacios de trabajo o nuestras rutinas. Muchas de las empresas hoy son más productivas, y las que no lo son, es porque siguen tratando de medir a su gente por el tiempo que pasa conectado al computador.
¿Felicidad=resultados?
Absolutamente sí. Nadie quiere perder un empleo en el que se siente feliz. Por eso lo defienden. Y la mejor manera de hacerlo es brindando resultados extraordinarios.
Hace unos años, una persona me demostró empíricamente como los resultados de las diferentes empresas de un enorme holding, guardaban una estrecha relación con los indicadores de satisfacción del capital humano. Si quiere tener mejores resultados que los actuales, consiga que las personas sean felices con lo que hacen.
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