“Conocernos a nosotros mismos y reconocer las emociones de nuestros colaboradores será siempre la herramienta de trabajo más importante”: Iliana Oseguera
Para generar cambios significativos en las organizaciones, es necesario evolucionar creando estrategias que permitan el desarrollo de los colaboradores, lo que se denomina Neuromanagement, es decir, mejorar las funciones ejecutivas del cerebro, el autoliderazgo emocional y la inteligencia social, reconociendo capacidades personales, prestando atención en cómo nos comunicamos y relacionamos.
Así lo define la MBA Iliana Oseguera, Product Manager ITIL & IT4IT en BP Gurus, quien resalta que los líderes son espejo para los equipos, por lo que es importante crear círculos de seguridad, donde las emociones sean validadas.
“Si abrimos camino a la empatía, la inspiración y la asertividad, vamos a permitir que nuestros colaboradores se desenvuelvan bajo estas mismas premisas. El reconocer como líderes nuestras propias emociones y las del resto del equipo, permitirá guiar a nuestros colaboradores en un ambiente seguro a tomar decisiones de forma proactiva y motivada”, expone.
En un artículo, la especialista puntualiza que al hablar de Neuromanagement, se tratan los procesos neurológicos vinculados directamente a la toma de decisión; al gerenciamiento de equipos de la mano de la inteligencia emocional.
La Neuroplasticidad o plasticidad cerebral, indica, es el proceso de aprendizaje neurobiológico que consiste en la capacidad que tiene el cerebro para recuperarse, reestructurarse y adaptarse a nuevas situaciones.
“Nos permite aprender, modificar comportamientos, incluir nuevos pensamientos y adaptarnos a nuevos contextos laborales; de esta forma, podemos entrenar nuestra mentalidad -mindset- y desarrollar la capacidad de adaptarnos, para atrevernos a enfrentar cambios continuos de manera activa y exitosa”, sostiene.
Señala también que la mayoría de los líderes tiende a pensar que la única y la mejor manera de promover un cambio dinámico es creando un sentido de urgencia con el trabajo bajo presión, sin considerar que no es un factor que mueva a la organización, en tanto que la creación de entornos seguros sí; estos ayudan a incentivar la participación dentro de las organizaciones.
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