AUTOR
Norbert Monfort Villarroya, CEO de de Monfort AmbientManagement
01:20 - 24 de Marzo del 2022SECCIÓN
“Todos los aquí presentes son unos mediocres. Yo levantaré esto, contratando a los mejores del mercado”. Así se presentó un directivo hace algún tiempo ante sus 32 colaboradores más directos, y yo estaba presente como consultor del anterior director general (¡qué feedforward más excelente que darle!, ¿no?)
Al cabo de un mes, efectivamente, contrató a su hijo, que se encontraba en el paro. Y poco después a su nuera. Y obviamente yo mismo me “descabalgué” del proyecto de Desarrollo Organizacional. Además no le gustó mi feedforward… Esa persona logró en apenas unas semanas desmotivar a personas valiosas y comprometidas. En la actualidad, todavía continúa como directivo en esa institución.
Las organizaciones, al igual que las personas, pueden encontrarse sanas o enfermas y, como bien señalaba Aristóteles, existen diversos grados de salud y de enfermedad. Un modo de encontrarse mal, muy mal, es no ser capaz de reconocer que uno mismo o que la organización somos los que necesitamos tratamiento.
Las enfermedades cambian con el tiempo. Desde la falta de vitaminas de la juventud (consistente en la insuficiente financiación o en la ausencia de plan de viabilidad) hasta las de la vejez (la artritis burocrática) hay un amplio elenco de patologías que es relevante analizar, diagnosticar y tratar. No sé si todas tienen cura (ahí las farmacéuticas tal vez tienen una vía nueva de investigación).
En mi labor de consultor artesanal, he tenido ocasión de observar en múltiples ocasiones organizaciones sanas que enferman, y otras que no se encontraban bien y que con el paso del tiempo, con la medicación adecuada, vuelven a su prístina eficacia, con más experiencia y mejores resultados.
Una de las peores enfermedades que he detectado es la ceguera organizativa (aclaro que tengo amigos invidentes y suelen tener una sensibilidad extraordinaria). Negarse a ver lo evidente es la antesala del fracaso.
Me apetece compartir con ustedes uno de mis cafés, uno de los demasiados cafés que bebo al día, con algunas preguntas que me abordan últimamente. Dado que las peores personas somos las que siempre estamos dando consejos, tan solo quiero compartirles interrogantes.
Cuando un directivo no acota los desmanes de un mando intermedio, el problema no es sólo que él quede mal ante los demás por no saber dirigir adecuadamente, sino que es gravemente responsable por provocar daños a veces irreversibles en personas y en la propia estructura organizativa.
Esconderse en la auto-responsabilidad del mando medio no es suficiente (igual que no lo es pedir a las personas de un país que sean auto-responsables sin directrices claras en cómo evitar el contagio en la pandemia del Covid-19).
Hace unos días un excelente amigo, gracias Josep, me dijo: “hay dos modos de fracasar en la vida profesional; una, como directivo, si no se consiguen los resultados; otra, como persona, si no se respeta la dignidad de quienes con nosotros trabajan. Los dos fiascos son malos, pero el segundo es peor”.
Un scanner personal a tiempo mediante un buen feedback 360 grados y/o una revisión de la organización mediante algún método contrastado de diagnóstico, son buenas demostraciones de sentido común. Sólo hay que atreverse y ser valiente y exponerte a que tu gente te diga, honestamente, cómo te ve. ¿Te atreves? Si lo haces, seguro que saldrás ganando tú y tu organización.