El promedio de ingreso mensual en el trabajo doméstico es de 3 mil 829 pesos, pero cuando se desglosa por género queda en evidencia que ellas perciben una paga menor, es decir, 3 mil 767 pesos mientras que los hombres trabajadores del hogar 4 mil 399, lo que significa que por día es menor al salario mínimo vigente en nuestro país.
Lo anterior, además de sus derechos laborales: vacaciones, espacios seguros, trato digno y no discriminatorio, así como aguinaldo, entre otros, los cuales no suelen ser proporcionados por la mayoría de los empleadores.
En este sentido, Ariana González Rodríguez, la Técnica Académica adscrita al Centro de investigación y Estudios de Género de la Escuela Nacional de Trabajo Social, de la UNAM, comentó que a pesar de las resistencias y debido al trabajo colectivo de las mujeres, se ha logrado avanzar en el acceso y ejercicio de algunas garantías, aunque siguen siendo insuficientes.
Históricamente, apuntó, las trabajadoras del hogar han sido un grupo excluido y discriminado a partir de una construcción socio-cultural, en la que a las mujeres se les asigna un rol en el ámbito del hogar.
Se les asocia también a las tareas de cuidado de niñas, niños y de personas adultas mayores; al asumir esta función como algo natural por ellas mismas y la sociedad, se constituye en una actividad invisibilizada y menospreciada, enfatizó en entrevista con motivo de la conmemoración del Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar.
El trabajo doméstico remunerado ha sido mal pagado; se desarrolla en condiciones desfavorables, de explotación, las cuales crean una serie de estigmas sociales que solo se podrán erradicar con un cambio sociocultural sobre la forma en que lo vemos y apreciamos, pues esta actividad resulta vital para el bienestar de millones de hogares, abunda la universitaria.
La invisibilización, apuntó, se presenta porque no se entiende como una relación laboral y, en consecuencia, no se da el reconocimiento igualitario respecto de otro tipo de empleos en el país. Tampoco se asume la importancia de remuneraciones justas, acordes con el volumen de quehaceres y la duración de las jornadas, que además suelen ser poco dignas.
Cifras del INEGI también revelan que a pesar de ser un espacio laboral predominantemente femenino, en 90.2 por ciento, existe una brecha salarial vinculada con la condición de género que es otra evidencia de la deuda de justicia que existe.
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