“Las personas con más depresión, ansiedad y registro de uso de sustancias también eran las más estresadas”.
El investigador del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM, Marcos Rosetti Sciutto, reveló que existe un patrón claro de ansiedad y depresión aumentado durante los años de la pandemia por la COVID-19, y una tendencia que sugiere que se encuentra incrementado aún en los años posteriores, entre niños, adolescentes y adultos jóvenes.
Al participar en el seminario institucional La salud mental de niños y adolescentes antes, durante y después de la pandemia por COVID-19, el responsable de la Unidad Periférica del IIBm en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, señaló:
En la actualidad se habla de una pandemia concurrente pero oculta, y se ha reportado a nivel global y específico incrementos de ansiedad y depresión, trastornos del sueño, suicidio, abuso de sustancias y estrés postraumático, con múltiples causas, entre ellas aislamiento social, vulnerabilidad, conflictos familiares, además de pérdidas humanas y materiales.
Al explicar un primer proyecto relativo a ansiedad y depresión, a cargo de Rosa Elena Ulloa, jefa del Laboratorio de Psicofarmacología del Desarrollo en el HPIJNN, refirió que durante el confinamiento se lanzó un cuestionario en línea a personas de 8 a 24 años de toda Latinoamérica, que estuvo abierto de 2020 a 2021.
Después de ese lapso se recolectaron 3 mil 965 participaciones de 16 países, 63.8 por ciento femenina; 15.7 por ciento de niños de 6 a 12 años; 28.3 por ciento de adolescentes de 13 a 18; y 56 por ciento de adultos jóvenes, de 19 a 24 años. México tuvo la mayor participación con 59.1 por ciento.
“Se encontró un patrón consistente a lo largo de los resultados. En general, las mujeres siempre punteaban más en todas las medidas de estrés”. Así ocurrió ante la posibilidad de enfermarse; en otro ejemplo, perder el contacto con pares fue una fuente de estrés mayor para niñas y adolescentes.
En las estrategias de afrontamiento se vio un patrón claro por edad y consistente; por ejemplo, el uso de sustancias se elevó entre los adultos jóvenes, y en adolescentes las autolesiones no suicidas.
Referente a otro estudio, de patrones de ansiedad y depresión en México durante 12 meses de pandemia, se contó con 2 mil 345 participantes, 66 por ciento de sexo femenino. Se detectó casi 50 por ciento de prevalencia de estos trastornos en la muestra, y al menos en ese lapso la tendencia continuó.
También se estudió la prevalencia de autolesión no suicida en el servicio de urgencias del HPIJNN, proyecto de Patricia Zavaleta, jefa de la División de Investigación en ese nosocomio, quien propuso compilar los datos de ingreso, semana a semana, de los pacientes de 2019 a 2021, en especial con autolesiones.
La autolesión, es decir, autoenvenenamiento o heridas autoinfligidas sin intención suicida, es un caso típico de conducta mal adaptativa y una forma de expresión del nivel de ansiedad o estrés que la persona no puede manejar. También es un factor de riesgo para la conducta suicida eventual.
Esa población enfrenta el estigma al asistir a los servicios de salud, por lo que hay un subrreporte; de hecho, se estima que alrededor de 50 por ciento de quienes se afectan a sí mismos no buscan ayuda médica, aclaró.
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